La gente de Tenochtitlán se había defendido exitosamente del ataque español-tlaxcalteca, pero la batalla de seis semanas conllevó pérdidas inmensas. Los cuerpos inundaban las calles y los canales, el más sagrado de los templos había sido desacralizado y muchos líderes, sacerdotes y guerreros fueron asesinados, incluyendo al emperador Moctezuma. Apenas los invasores huyeron, los residentes se dedicaron asiduamente a sanar su ciudad. Su prioridad fue la limpieza: la ciudad no solo estaba afectada por la toxicidad de cuerpos en putrefacción y la inmundicia de la guerra, sino que había sido expuesta por meses a los españoles, cuyo conspicuo olor y suciedad se percibieron como una amenaza a la salud.
Esta imagen ilustra los esfuerzos de limpieza después de la expulsión de los invasores, específicamente, el barrido del Templo Mayor, una tarea crucial para restaurar el orden físico y espiritual. Los esfuerzos de purificación duraron varias semanas, durante las cuales se quitó al dios Huitzilopochtli de su asiento en la cima del templo. Solo después de que la limpieza había sido terminada fue restaurado el dios a su trono, y la ciudad celebró con música y bailes en agosto de 1520. En septiembre, el hermano de Moctezuma, Cuitláhuac, fue coronado emperador. La sacralidad, la salud y la normalidad habían aparentemente regresado a la joya imperial. Pero a desconocimiento de todos y a pesar de las precauciones de limpieza, los españoles ya habían desencadenado un devastador brote epidémico que diezmaría a la magnífica ciudad.
Imagen
- Florence, Biblioteca Medicea Laurenziana, MS Mediceo Palatino 220 (Florentine Codex), book 12, fol. 51v (3:458v). Courtesy of the Biblioteca Medicea Laurenziana.
Véase también
- Dufendach, Rebecca. “Nahua and Spanish Concepts of Health and Disease in Colonial Mexico, 1519–1615.” PhD diss., University of California, Los Angeles, 2017.