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Reenfocar la caída de Tenochtitlán

Felipe Ledesma Núñez nos habla de la caída del Imperio azteca, con base en testimonios nahuas sobre las epidemias que trajeron los conquistadores españoles.

Felipe Ledesma Núñez, candidato a doctorado en Musicología Histórica de la Universidad de Harvard, es Becario Tyler en estudios precolombinos. Su informe de investigación, “El brote epidémico en Tenochtitlan, 1520”, explora narrativas nahuas de la invasión española, centrándose en concepciones nativas de la salud, higiene y bienestar. Su trabajo es parte de una exhibición en línea acerca de las epidemias coloniales en el México del siglo XVI.

  

Entrevista con Felipe Ledesma Núñez

¿Qué pensaban los nahuas acerca de su salud durante la invasión española?

La concepción de la salud de los nahuas era holística, abarcando no solo lo físico sino también lo moral, espiritual y sobrenatural. Sus pilares centrales de la salud y el bienestar eran el equilibrio, la moderación y el cumplimiento del deber social. La buena salud requería moderación en dieta y comportamiento, y se pensaba que los excesos emocionales y sexuales predisponían a las personas a la enfermedad. Consideraban que la higiene y la limpieza eran de suma importancia para una salud óptima, barriendo sus hogares todas las mañanas y lavándose el cuerpo y las manos con frecuencia. También poseían un sistema médico bien desarrollado con especialistas capaces de realizar cirugías sofisticadas y preparar remedios herbales altamente efectivos.

Cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán —la magnífica capital del Imperio azteca y la actual Ciudad de México— su olor y suciedad sorprendieron a los residentes. El texto en náhuatl del Códice Florentino describe a las fuerzas armadas que llegaron como “envueltas en polvo, sucias”, con sus caballos cubiertos de abrumante sudor maloliente, mientras que el humo de sus armas producía “olores fétidos que inducían al desmayo”. Todas estas señales hicieron que los nahuas consideraran a los visitantes como una amenaza para la higiene y el bienestar de la ciudad. El texto en español del códice no menciona estos detalles, siendo la omisión de las perspectivas nativas bastante común entre las fuentes más conocidas para los lectores modernos. Después de un ataque traicionero en el verano de 1520, los nahuas expulsaron a los españoles de la ciudad, y  se dispusieron inmediatamente a limpiar las calles y los templos con la esperanza de restablecer el orden y evitar las enfermedades. Pero era demasiado tarde; la visita española ya había iniciado un brote epidémico devastador.

 

¿Cuál fue la epidemia que se propagó en Tenochtitlán y sus alrededores, y cuáles fueron sus efectos?

Las fuentes nahuas se refieren a la epidemia como huey cocoliztli (gran pestilencia) y totomonaliztli (pústulas), que en español sería la viruela. Fue muy contagiosa y absolutamente devastadora, matando a casi la mitad de la población de la ciudad en tan solo unos meses. Los primeros síntomas se detectaron en octubre de 1520. A las víctimas les salían pústulas espantosas y experimentaban un dolor intenso, que por lo general conducía a la muerte. Como nosotros, hicieron lo poco que pudieron: aislarse, lavarse las manos y cuidar con devoción a los enfermos. Pero la mortalidad aumentó rápidamente, alcanzando su punto máximo en noviembre de ese año, cuando los cadáveres se amontonaban en las calles y los enfermos ya no podían ser atendidos.

A mediados de diciembre, la plaga remitió, poniendo fin a la primera y más mortífera oleada. La catástrofe abrió el camino para que los españoles establecieran un régimen brutal que oprimiría al continente por tres siglos, imponiendo condiciones de vida insalubres que facilitaban la explotación de sus súbditos indígenas y afrodescendientes. Esta precariedad catalizó la viruela y media docena de enfermedades más, que se extendieron rápidamente a través del continente colonizado y el mundo. Para el año 1600, entre el 80 y el 95 por ciento de la población nativa de América había fallecido debido a la exposición a enfermedades y el consiguiente colapso social.

 

¿Por qué deberíamos pensar en la conquista española como una crisis sanitaria en vez de una guerra?

La historia de la conquista ha sido oscurecida durante mucho tiempo por historias ficticias y la creación de mitos fantasiosos; se le enmarca como una hazaña de la audacia militar española o un triunfo de Hernán Cortés sobre el atrasado y supersticioso Imperio azteca. Pero esto es historia escrita por los vencedores: un cuento imaginario, una pieza de propaganda que se ha repetido durante siglos en libros, museos y en la literatura. Para la gente de Tenochtitlán, esto no fue una historia de la destreza militar española, sino la historia de un virus que cambió al mundo en un abrir y cerrar de ojos, seguido por ejércitos invasores formados principalmente por sus rivales mesoamericanos.

Vale la pena entender cómo ven la historia los vencidos. En el caso nahua, esto nos ofrece un vistazo al conocimiento perdido dada la devastación colonial. Por ejemplo, los nahuas tenían un conocimiento sofisticado de medicina, desarrollado en exuberantes laboratorios botánicos donde experimentaban con una amplia variedad de plantas. Algunos estudios químicos modernos confirman las propiedades farmacológicas de plantas como el cihuapatli (Montanoa tomentosa, también conocida como medicina femenina), tradicionalmente utilizado en la salud de mujeres y que ahora se ha demostrado ser un potente oxitócico, y la yolloxochitl (Magnolia mexicana o flor del corazón), una magnolia utilizada para las dolencias nerviosas y cardíacas que ayuda a mantener la salud cardiovascular. Tan solo puede uno imaginarse cómo sería la medicina moderna si la colonización no hubiera impedido el avance de la medicina nahua. La sabiduría médica nahua no desapareció por completo; sobrevive en documentos coloniales y entre los curanderos nahuas de hoy en día. Pero para comprender y apreciar este conocimiento, primero debemos romper el hechizo creado por la propaganda colonialista, que desvaloriza el conocimiento nahua como una superstición tonta.

Todos los miembros del Departamento de Estudios Precolombinos han sido muy generosos y brillantes. Victor Castillo, Iyaxel Cojti Ren, y James Almeida han sido muy buenos interlocutores, y Frauke Sachse (directora del programa) me ha dado excelentes recomendaciones de lectura. Compañeros de otros departamentos, como Anthony Kaldellis, han influenciado mi trabajo. Estoy muy agradecido de ser parte de esta comunidad tan vivaz.

  

Entrevista y edición por Julia Ostmann (2018–2020) y May Wang, becarias de posgrado en escritura y periodismo. Fotografía por Elizabeth Muñoz Huber, becaria de posgrado en medios digitales (2018–2020).